martes, 8 de noviembre de 2011

Esos Sueños que Dormían hasta que Alguien Vino y los Despertó


por Marchelo Mariño
relatorcero@gmail.com

La historia de este pedacito de sueño comenzó cuando en el Face me dijo que había estudiado locución y periodismo en el Ateneo de Montevideo y que su sueño (o uno de ellos) era tener un programa de radio.

Enseguida pensé: me está jodiendo esta chica, hace varios años que tengo la radio, que le doy a la gente la oportunidad que nadie les da en este medio de tener sus programas y estoy llevando adelante una radio solito. Hasta pensé, es una lindísima estrategia la de esta chica para acercarse a mí hablándome de que le gustaría tener un programa en la radio…

Pero me di cuenta que era en serio cuando empezó a instalar programas, a hacer grabaciones, a pedirme que la ayude a sacar el programa adelante. También me llamó la atención, en las más de 8 horas que estuvimos conectados chateando y hablando por skype, que de la radio hablamos un porcentaje mínimo de tiempo, pero que el resto de las horas, hablamos de la vida, del amor, de nuestro país y de los sueños.

Es cierto que prometí no escribirle nada, y menos una canción, pero el diablo me pinchó fuerte a las 4 de la madrugada y me dijo: escríbele algo, igual ya sabes cómo es esto de las relaciones humanas, si la gente te tiene que mandar a la mierda lo va a hacer tarde o temprano.

Un día me dijo que yo había revivido un sueño suyo. Nadie, revive la muerto; solamente lo despierta.

“Yo volvería a Uruguay si tengo realmente un sueño por el que luchar” - me dijo sin más vueltas que las calesitas. Me agradeció que yo le hubiera servido de nexo o de tierra entre nuestro país y su vida. Lo cual confieso, que no he hecho nada de extraordinario. Simplemente le dije lo que le digo a todo el mundo: ¿quieren hacer un programa en la radio?

Lástima que ahora no tenga más ganas de mirar a una dama con otros ojos que no sean las dos pupilas color miel que heredé de la mezcla de ojos verde de mi madre y ojos negros de mi padre. Es una verdadera lástima, porque una personita así da ganas de mirarla con las retinas del corazón.

Me ha encontrado en una etapa de mi vida que nadie me baja más la guardia. Que soy fuerte y duro como un roble porque me he dado cuenta de que sufrir es una pérdida de tiempo…

Es verdad que a los dos nos gusta volar. Unas personas prefieren usar siempre paracaídas y otras, preferimos volar bajito, como un gorrión. Porque somos libres como el viento y no tenemos amo ni patrón; y nos movemos por instinto, de rama en rama, y de balcón en balcón.
Tiene una sabiduría tan hermosa, una mirada fresca y dulce, una voz clara, diáfana y cristalina, que vale la pena que el destino la tenga siempre más cerca que lejos de mí.

Encuentro paz en sus palabras y me olvido de que las horas pasan y parecen instantes nada más.

Recuerdo con alegría el humor que tuvimos cuando le dije que tenía un wok. Que dicho está de paso, nunca supe bien para qué me lo compré; y ahora que la conozco a ella, quiero pensar con ironía que lo hice para un día cocinarle verduras salteadas y cosas por el estilo. Los cocineros somos celosos de los útiles de cocina, pero a cambio de que me robe el maldito wok, quiero que me regale una sonrisa… por minuto.

Sinceramente no entiendo nada de esta situación. Por momentos siento que ella es mi maestra en la vida, mi guía espiritual y por momentos me siento yo su gurú cuando le digo que se tiene que tomar todas las mañanas una cucharada de maldad en ayunas. No entiendo bien su pasado ni puedo atar muy bien esos cabos sueltos de esta niña de sonrisa tierna que nació dónde nace el sol de nuestra patria. A vuelo de gorrión, es decir bajito, puedo ver que ha sufrido y ha llorado y ha vivido cosas quizás no tan lindas como los sueños que duermen solos, con la nariz fría, sin ni siquiera una almohada que la abrace. Qué más da verla de pijama a través de una web cam y verle esa naricita fría, si los payasos nos tenemos que pintar la nariz antes de empezar el show. Acá nos ahorraríamos el maquillaje, el disfraz y hasta nos quedaríamos con las ganas de darle calor humano, sabiendo de antemano que los hombres nunca abrazan a las mujeres cuando duermen, ya que después que la sección de mimos termina, se dan vuelta y dicen buenas noches.

Antes de irse a dormir me dijo: “recuerda esto y recuérdamelo a mí cuando haga falta: El mundo piensa de ti, justo lo que tú piensas de ti”. Entonces debe pensar maravillas de mí, contraataqué sin tartamudear ni un segundo…

Agregó además de nuestras charlas, una frase digna de un cuento de Hadas: “eres el rey de los límites de tu castillo” y me dijo que esos límites eran los que yo pusiera. “Solo digo que el rey se encierra solo y solo decide romper las murallas que lo aíslan” me dijo con la sabiduría de una gurú que apenas está besando los 30 veranos.

Y ya que le gusta la literatura con ese comentario, le seguí la corriente: porque si es tan grande el castillo, ya que no tengo límites ni murallas, necesitaré la mejor reina. Procuraré buscar a alguien parecida a vos para ese cometido, sabiendo que para hacer literatura romántica no necesito ser cursi.

No le gustan las murallas al igual que a mí, pero le dije a su carita de dormida, antes de que los angelitos vinieran a llevarla a dormir, que a mí tampoco me gustan las murallas, que las odio; pero amo a las reinas. Cuando ella me decía, no sé si dormida o más despierta que de costumbre, que su imaginación no tiene murallas.

Y en vez del besito de las buenas noches, le dije: que descases solita. Nunca estoy sola, respondió casi instantáneamente. Si no vas al Ermitage no tendrás ese problema (porque si viene a Uruguay tiene que descansar del avión unos días, ya que no le gusta para nada volar). Volar en aviones debí decir, porque su imaginación no tiene límites.

Claro, las opciones son dos, pasar unos días en el Hotel Ermitage para descansar del viaje o quedarse con un servidor para comer verduras salteadas al wok. Pero si se quedaba en el Ermitage, va a dormir solita. Y si prefería las verduras al wok, no iba a tener ese problema. Y por si no lo entendió le pregunté: me explico? Si, te explicas, me respondió la payasa de roja nariz de pijama con ositos y maripositas.

Quien sabe señores si los sueños que parecen muertos, resucitan. Como lo hizo Jesús y como lo hacemos todos los días los seres humanos. Porque me parece que los sueños no mueren, se duermen y se quedan en un estado cataléptico. Nunca supe que es más valioso, si despertar un sueño o haber tenido el coraje y la osadía de soñarlo…

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MARCHELO MARIÑO

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