domingo, 6 de noviembre de 2011

El Destino tiene cosas Mejores



por Marchelo Mariñorelatorcero@gmail.com

Dieciséis horas nos habían quedado en el recuerdo de aquel domingo de principios de enero de 1998. La tarde se había puesto fantástica. Los Álamos, los Paraísos y el Jacarandá del jardín de mi casa, daban la sombra con la que siempre soñó el Tata cuando los plantó. Parque del Plata y el sol, formaban el lugar más querido por mí en la Tierra. No estaba feliz, - es cierto -, pero me sentía en paz. Quizás por hacer un balance de todas las cosas de mi vida y entender casi todo. O tal vez quizás, porque sabía exactamente lo que me pasaba.

Venía de una relación amorosa trunca. El desamor me pegaba algunas que otras trompadas. Todas las mujeres que quise en mi vida se convirtieron en nada. Incluso mi última, única y amada novia: Nathalia. Eso tendrían que haber sido siempre, luego de no lograr ser ese medio átomo que existe en el universo para cada uno. O como dice Marianella, esa alma gemela, como el signo de Géminis. Esa persona que siempre soñamos y buscamos hasta el cansancio. Ese corazón que nunca sabemos si algún día entrará a nuestras vidas. Y yo al igual que ella, y desde que tengo memoria, busco esa persona que de una maldita vez por todas, me llene la vida como Dios manda.

Nunca tuve a una mujer por maestra y amiga. Nunca nadie, en tan poco tiempo, me enseñó tantas cosas obvias pero inimaginables. Nunca nadie me enseñó a que me valorara y me respetara a mí mismo. Nunca nadie me hizo sentir que por algo estamos vivos. Un día me hizo ver que para entender y valorar a las personas que son como nosotros, para aprender a ser menos bobos y más vivos, primero tenemos que ser imbéciles.

Alguien un día quiso matar sus sueños y ese ingenuo perdedor, empezó a sellar su certificado de defunción. Marianella quería estudiar, trabajar, ser arquitecta, pintar, cocinar, bordar, ser feliz. Claro, quien no soñó alguna vez, no puede saber lo que es un sueño. “Tarde o temprano, se que las cosas cambiarán, que luchar no es en vano, hay tantos sueños que rescatar, de que sirve la vida, si uno no puede ser feliz...” Así dice la canción, de que hay tantos sueños que vivir, que no puedo creer que todas las personas no tengan uno. ¿De qué sirve la vida si uno no puede ser feliz?. Creo que sin eso, la vida sería un montón de minutos, segundos, días, meses, horas y años. Y eso estaría condicionado a la relatividad del tiempo. La vida sin sueños, sin amor y sin ser felices, creo que no es vida.

Cuando me dijo que su sueño era llevarle el título de arquitecta a su madre, pensé: ¿qué puedo hacer yo para que eso se cumpla? Mi computadora está quedando obsoleta. Qué lindo pretexto para actualizarla, instalar todos los programas que sirven para arquitectura y decirle a Marianella: “¿empezamos a cumplir el sueño?”. Algo creo que debe quedar del Tata que era ayudante de arquitecto. Algunos compases y esas cosas, las tiene mi prima, pero a mí me quedó una cinta métrica de 15 metros, que nos puede ser de mucha utilidad.

Solito comprendí, mientras soñaba con su sueño, que mi angustia y mi dolor no eran por nadie en especial, sino, porque me dolía lo que más duele en la vida: el vacío. Dice Joan Manuel Serrat: “ay mi amor, sin tí no entiendo el despertar, ay mi amor, sin tí mi cama en ancha, ay mi amor, que me desvela la verdad, entre tú y yo la soledad, y un manojillo de escarcha”. Y es cierto, no es que en el amor podamos sentir la ausencia de alguien, - porque quizás esa persona no tiene presencia -, sino, que nos duele el vacío, que se manifiesta más fuerte, cuando llegan a nuestras vidas personas que no pueden derrotarlo.

Al sentirnos huecos, necesitamos imperativamente, muchas personas que nos hagan sentir llenos. Pero ese abismo no lo llena cualquiera, solo las personas que nos hacen sentir vivos. Y para eso hay un ejemplo fantástico, maravilloso e inédito: “mis padres llevan 36 años de novios”. Eso, creo que me emocionó tanto, como la emociona a Marianella cuando lo cuenta con orgullo. Yo daría lo que no tengo porque algún día, - cuando los años pasen y el amor siga cada vez más vivo -, pueda sentirme así. “El amor es el arte de transformar lo transitorio en eterno... que importa cuando comienza, si nunca va a terminar”. Esta frase la escuché en una serial televisiva que se llamaba: de poeta y de loco. Y hay que tener mucho de eso para imaginarse que el amor es así. Y yo creo que es y debe ser así; solo nos resta encontrarlo.

¿Cómo le explico a Marianella que me gusta estar con ella, - porque me siento reflejado como en un espejo -, en la manera que tiene de pensar y sentir en la vida? ¿Cómo le digo que cuando estoy con ella siento que alguien me protege y me llena de paz? ¿Cómo podrá entenderme que no quiero estar con ella para llenar ningún vacío que dejó nadie, sino, para poder descubrir que la vida tiene otro sentido más profundo? ¿Cómo decirle y que mis palabras alcancen, que quiero que ella cumpla sus sueños y se sienta como lo que realmente es: una reina?.

Cuando vi la película: “Caballos Salvajes”, me impactó mucho una frase: “carajo, que lindo que es estar vivo...” Y es muy bueno estarlo, aunque nos podamos sentir más muertos que otra cosa. Porque solo nos resta esperar a que los sueños se cumplan y en el medio de todo, pelear para que así sea.

Cuando cumpla el sueño más importante de mi vida, es decir, encontrar a una mujer que me haga sentir vivo y con la que realmente pueda vivir el amor, voy a tratar insistentemente, que se parezca a Marianella. Que sepa lo que quiere; que sea madura; que no le tenga miedo a la vida; que tenga proyectos, sueños e ilusiones; que pelee por lo que quiere; y sobre todo, que esté dispuesta a entregarse entera al amor. “Me libré de la cadenas la noche que la conocí, cuando me di cuenta que entregarme, era empezar a vivir...” Y que razón tiene Facundo con todo esto. En el amor, tenemos la libertad de elegir todo aquello que amamos. El amor no nos ata si realmente es amor; al contrario, no libera, nos hace vivir.

Ese día será fantástico, será una fiesta, será decisivo. La depresión será un cementerio vacío de mis penas. Los días serán soleados, - aunque hayan nubes -, cuando alguien me encandile con su mirada.

Mientras tanto, y aunque no alcance con un simple gracias, debo gratificarle a la vida y a Dios, la maravillosa oportunidad que me dio de conocer a Marianella y entender, que siempre el destino puede tener cosas mejores para regalarnos.


setiembre de 1998

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MARCHELO MARIÑO

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