miércoles, 21 de enero de 2009

In Memoriam a Alberto Costas Cobas



por Marchelo Mariñorelatorcero@gmail.com

Muchas noches de desvelo, entraba al MSN para ver simplemente su nick y reírme un rato. Un día se puso: “lobo medio feroz”, otro día, “lobo feroz”; y era lógico, que en uno días más, se iba a convertir en “lobo bastante feroz”, que buscaba una caperucita bien pechugona.

Les estoy hablando de Alberto Costas Cobas, un loco lindo, medio loco de la guerra, pero que fue un gusto conocer.

Con sus salidas de humor me alegraba el día. Alberto: ¿qué se siente estar casado? Yhhh, es lo mismo que soltero, pero tenés que avisar cuando salís de noche.

Cuando me enteré que su fallecimiento y aunque él ya no iba a sentarse más en su computadora, le dejé un mensaje en el MSN: Alberto, te vamos a extrañar, hasta luego… Al otro día me contestaron: gracias, soy Federico, hijo de su esposa. Quería dejar mi marca en ese medio cybernético que tanto nos unía.

Él me presentó como socio en la Asociación de la Prensa del Uruguay. Fue uno de los primeros que sintonizó Radio La Embajada por aire. Es talentoso en su manera de hablar y comunicar. Y digo “es” porque no se fue, está acá entre nosotros, pero está de otra manera.

Está en la Biblioteca Nacional en los miles de pliegos del diario “El País”, estampadas con tinta negra y hoja de rotativa, sus columnas, su periodismo, su literatura. Está en las charlas que nos colgábamos en las reuniones familiares cuando de repente me decía una cosa, sacada como de debajo de la manga: che, ¿por qué me pasa tal cosa con tal programa? Sabés que quise hacer tal cosa y me pasó esto…

La informática nos había unido y el humor también. Hasta estuve tentado un por el diablo y decirle: Alberto, tenés ganas de hacer algo en la radio.

Por todo esto y mucho más In Memoriam. Cómo aquella vez que puso un cigarillo de foto en el MSN y puso esa leyenda. Claro, voy a decir que él en esa ocación había dejado de fumar.

Qué poco lo conocí para escribir tan poco y para no hacerle un homenaje de “puta madre” cómo él se merece. Pero me quedó su huella, su sello, su filosofía.

Es un hasta luego, hasta ahora, hasta siempre, y hasta que venga una caperucita roja vestida de muerte y me lleve a donde lo llevó a él. Un lugar tal vez hermoso, sin computadoras, sin vanidades terrenales, pero con lo que vivimos los seres humanos; con el espíritu.

Hasta dentro de un ratito, y si no nos vemos, te mando un mail diciendo lo mismo que me dijiste cuando cumplí 35: que esta viviendo la mitad de los 70. Y yo ahí te responderé: estoy viviendo lo que mañana otro loco lindo, va a poder escribir sobre mí.

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MARCHELO MARIÑO

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