Nooooooooo!!! De ninguna manera, somos un país de “VIVOS”. Seguramente los número uno en exportación mundial de vivos…; o de “BOBOS”.
Somos un país de inmigrantes, mezcla del indio con el colonizador español, el próspero trabajo del italiano y las exóticas culturas centroeuropeas, que dieron otro matiz, a la hegemonía poblacionaria.
Exportamos año a año, día a día, minuto a minuto, cientos de personas, compatriotas que buscas otros horizontes, por el simple hecho de buscarlos. Aquellos que piensa que no hay nada que hacer en “éstas tierras”; que está todo perdido, que ni “Mandraque” nos salsa. Son aquellos ignorantes que no saben todo lo que luchó Artigas, no saben toda la sangre que se derramó para ser libres; no saben que la vida prueba al hombre para saber cuan fuerte es. Y una vez que lo probó, lo recompensa de acuerdo y en proporción al esfuerzo realizado. Pero ellos no saben…
Importamos “siempre” cinturones de cuero (cuando somos la mejor industria morroquinera en el mundo.
Compramos “siempre” casimires ingleses porque no es viable la industria nacional: porque no sabemos, que gracias a ciertos factores favorables, los casimires uruguayos son únicos en el mundo. Y los que compramos como ingleses, son, sacando la grifa y el carreta, pura y exclusivamente hechos por manos y materia prima uruguaya.
Vendemos “siempre” al bajo precio de la necesidad todo lo que nos cuesta sudor y lágrimas conseguir. Pero después nos quejamos, que vale más el remedio que la enfermedad.
Somos unos vivos bárbaros; demasiado vivos. Si nos colamos en el estadio y no pagamos entrada, ¡somos vivos!; pero gracias a nuestra viveza muchos obreros no perciben el jornal ese día por lo vivos no pagaron la entrada. Si vamos a hacer una compra y nos dan dinero de más en el cambio, no lo devolvemos. ¿Para qué?. La honestidad es cosa de otra galaxia o sistema planetario y estamos en la Tierra y somos vivos. Si sube al ómnibus una Sra. anciana o embarazada y estamos sentados, nos hacemos los dormidos y no le cedemos el asiento. ¿Para qué?, si la juventud nos va a durar toda la vida, toda la eternidad y la viveza también.
¿Pero somos un país de idiotas? ¿Qué es la idiotez? Los médicos la definen de la siguiente manera: “anomalía congénita caracterizada por la imposibilidad de desarrollarse intelectualmente”. Pero hay idiotas e idiotas. Nuestra idiotez no se basa en una anomalía congénita porque nuestro conjunto de genes no sufre mayores irregularidades. Tampoco la provoca la posibilidad de desarrollarse intelectualmente porque somos un país lleno de doctores -y “dotores”-, arquitectos, contadores, escribanos, oradores, opinólogos y millares de “payadores”. Apunta a otra cosa. A la men-ta-li-dad.
Vivimos del pasado en el presente. Rememoramos Maracaná pero ni siquiera soñamos con volver a vivirlo. Anhelamos el tiempo de las vacas gordas, pero nos comemos todo el pasto que ellas necesitan para engordar. Decimos que todo pasado fue mejor pero no especificamos cual. Para nuestros padres era el de nuestros abuelos; para nuestros abuelos el de nuestros bis-abuelos; para nosotros, el que nos inventan.
Como se dice vulgarmente, estamos “de la mente”, “de la nuca”, “del tomate”. Somos idiotas quizás porque nuestra mente falla.
Pero hay muchas clases de idiotas. Los que roban de traje y corbata y los que roban de jean y alpargatas. Los que prometen y no cumplen y los que cumplen sin prometer. Los que dicen que saben y los que saben en silencio. Los que viven como unos idiotas, quizás (o sin quizás) porque no saben vivir.
Vuelvo a plantear y a imprimir en éstas líneas el llamado a conciencia que hace el título. ¿Somos un país de Idiotas? Un psicólogo diría: “¿qué le parece? ¿y Ud. qué piensa?.
Somos vivos, demasiado vivos para serlo. ¿Pero no nos pasaremos de vivos por ser idiotas?
Importamos “siempre” cinturones de cuero (cuando somos la mejor industria morroquinera en el mundo.
Compramos “siempre” casimires ingleses porque no es viable la industria nacional: porque no sabemos, que gracias a ciertos factores favorables, los casimires uruguayos son únicos en el mundo. Y los que compramos como ingleses, son, sacando la grifa y el carreta, pura y exclusivamente hechos por manos y materia prima uruguaya.
Vendemos “siempre” al bajo precio de la necesidad todo lo que nos cuesta sudor y lágrimas conseguir. Pero después nos quejamos, que vale más el remedio que la enfermedad.
Somos unos vivos bárbaros; demasiado vivos. Si nos colamos en el estadio y no pagamos entrada, ¡somos vivos!; pero gracias a nuestra viveza muchos obreros no perciben el jornal ese día por lo vivos no pagaron la entrada. Si vamos a hacer una compra y nos dan dinero de más en el cambio, no lo devolvemos. ¿Para qué?. La honestidad es cosa de otra galaxia o sistema planetario y estamos en la Tierra y somos vivos. Si sube al ómnibus una Sra. anciana o embarazada y estamos sentados, nos hacemos los dormidos y no le cedemos el asiento. ¿Para qué?, si la juventud nos va a durar toda la vida, toda la eternidad y la viveza también.
¿Pero somos un país de idiotas? ¿Qué es la idiotez? Los médicos la definen de la siguiente manera: “anomalía congénita caracterizada por la imposibilidad de desarrollarse intelectualmente”. Pero hay idiotas e idiotas. Nuestra idiotez no se basa en una anomalía congénita porque nuestro conjunto de genes no sufre mayores irregularidades. Tampoco la provoca la posibilidad de desarrollarse intelectualmente porque somos un país lleno de doctores -y “dotores”-, arquitectos, contadores, escribanos, oradores, opinólogos y millares de “payadores”. Apunta a otra cosa. A la men-ta-li-dad.
Vivimos del pasado en el presente. Rememoramos Maracaná pero ni siquiera soñamos con volver a vivirlo. Anhelamos el tiempo de las vacas gordas, pero nos comemos todo el pasto que ellas necesitan para engordar. Decimos que todo pasado fue mejor pero no especificamos cual. Para nuestros padres era el de nuestros abuelos; para nuestros abuelos el de nuestros bis-abuelos; para nosotros, el que nos inventan.
Como se dice vulgarmente, estamos “de la mente”, “de la nuca”, “del tomate”. Somos idiotas quizás porque nuestra mente falla.
Pero hay muchas clases de idiotas. Los que roban de traje y corbata y los que roban de jean y alpargatas. Los que prometen y no cumplen y los que cumplen sin prometer. Los que dicen que saben y los que saben en silencio. Los que viven como unos idiotas, quizás (o sin quizás) porque no saben vivir.
Vuelvo a plantear y a imprimir en éstas líneas el llamado a conciencia que hace el título. ¿Somos un país de Idiotas? Un psicólogo diría: “¿qué le parece? ¿y Ud. qué piensa?.
Somos vivos, demasiado vivos para serlo. ¿Pero no nos pasaremos de vivos por ser idiotas?
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